iO

co

o>

(O

co

RBORl

Presented to the

LIBRARY ofthe

UNIVERSITY OF TORONTO

by

PROFESSOR ALAN M. GORDON

I^csurreccióo

FEDERICO UHRBACH

Oe l_A ACADEMIA NACIOfMAI- DE ARTES V LETRAS

O P

urrecci©!}

HABANA

1916

Es propiedad del Autor.

Queda hecho el depósito que marca la ley.

Imprenta "El Siglo XX", de Aurelio Miranda, Teniente Rey 27

DEDICATORIA

Jll Señor ¿Manuel Sanguily.

Ilustre y admirado amigo mío:

Su corazón magnánimo, su corazón ingenuo, tan sólo comparable a sus talentos múltiples y preclaros, en más de una ocasión me ha demostrado, cariñoso y benévolo, cuan noble es la clemencia y cuánta es la eficacia de su generoso afecto; y a las sabias enseñanzas de sus lústrales pláticas debe mi espíritu precisas y valiosas orientaciones mentales. Permítame, bondadoso para conmigo una Vez más, que mi gratitud, no mancillada por el dolor de la vida, consagre a su corazón este libro que encierra en sus páginas de visión j? de aurora, de ensueño i; esperanza, las aun vacilantes re- surrecciones de mi alma que, obstinada, torna a soñar tras el sombrío drama por usted conocido y que la mutilara por tan dolientes ^ tan largos años.

Si algún pensamiento de avaro egoísmo se insinúa acaso en esta mi aspiración de que el reflejo de su gloria, por su nombre evocada, ampare mis poemas, perdónelo en gracia del tan alto galardón que ambiciona, y acoja benévolamen- te, con estas líneas, el alma toda entera de su devotísimo

Federico Uhrbach.

EX LIBRIS

Al margen del ensueño

Leyendo estos poemas.

^^ORAZÓN, cuan perenne, cuan tenaz es tu empeño de soñar ; cuan eterna tu ilusión inconsciente ; melancólico lloras por el último ensueño fenecido, y renaces del dolor nuevamente.

Morirán, en la noche, de tus dulces quimeras los reflejos fugaces, las efímeras rosas, y otra vez, con el alba, tornarán agoreras de una nueva esperanza, las quimeras radiosas.

11

Y así siempre, así siempre, corazón ! Cuando al lodo torne el cuerpo que exaltas de pasión, de igual modo seguirás floreciendo, y en la pálida tarde

se abrirán tus ensueños, como claras pupilas de violetas azules y románticas lilas esmaltando la tierra que piadosa te guarde.

Helena B. de Uhrbach.

12

PROEMIO

Simiente de esperanza

*r Az, honda paz, vasta quietud, ensueño en el mar, en la senda, en el ambiente crepuscular que diafaniza el sueño de oro de los trigales del poniente . . .

Paz, honda paz en la tristeza mía, y en mi visión interna paz y encanto, ampliando la dorada lejanía a través de la niebla de mi llanto.

15

UHBBACH

Mi corazón, herido en la contienda, melancólicamente por la senda de la piedad y de la vida avanza,

y en la paz infinita del camino, de todas las quimeras peregrino torna a soñar, temblando de esperanza.

16

SERENIDAD

Motivo panteísta

A Vülaespesa.

'OMO se ve un paisaje a través de un cristal que fantasmagoriza con un temblor pluvial los cielos reflejados y la apariencia real,

y unifica en un raro compendio de visión, con una inconsistencia de sueño o de ilusión, lo que hay ante la vista y lo que es reflexión ;

de tal suerte y con tan prodigioso fingir que la pupila absorta no logra distinguir en la compleja imagen la verdad del mentir;

en todo lo que miro, banal o tentador,

pongo siempre un aspecto de mi mundo interior:

a veces un ensueño y a veces un dolor,

19

que, según el reflejo de la cambiante faz, es como la quimera, inconstante y fugaz o es como la amargura, inmutable y tenaz.

Pongo un aspecto vario, con la obsesión de quien fingiendo en flor y savia la belleza y el bien en flor y savia busca recíproco sostén;

piadoso panteísmo que ofréceme el amor

de la naturaleza; y empeño difusor

de ser a un tiempo flama, reflejo y reflector,

diafanizando en una visión crepuscular

mi amarga sed de angustias, mi empeño de soñar,

mi afán de incertidumbres y mi ansia de llorar.

¡Hondo y vital misterio de proyección! Así, como a todas las cosas algo de mi alma di siempre en todas las cosas encuentro algo de mí:

en la nube, la dicha que a la nube confié,

en la onda la amplia ruta que en mi mente surqué,

en el viento, las torres del castillo que alcé,

y a modo de amuleto, de cifra o talismán, en la memoria el dulce recuerdo del afán de las esquivas horas que nunca volverán.

20

BESUBRECCIÓK

Así, como a otras vidas mi propia vida doy,

dejando la simiente por el sendero voy

para segar mañana sueños que siembro hoy;

cosecha milagrosa de espíritu de abril,

cuyas rosas perfuman el hálito sutil

que emanan las caricias de un labio femenil.

Y mi ánima y mi cuerpo siento transidos ya de ver siempre el encanto que no retornará perderse en la derrota que al infinito va.

Como en esos instantes de clara lucidez

que perturban las sombras de la sabia embriaguez

mental de los ensueños, percíbese la hez

del vino de la vida, así en la espiritual senda de mis quimeras percibo la fatal 6 inútil consecuencia de todo lo banal.

Benéfica enseñanza que indúceme a querer en todo lo que brilla, verme resplandecer, y en todo lo que aroma, sentirme florecer;

y perpetuar la vida del sueño genitor cristalizando en lluvia de lágrimas mi amor y fragmentando en lluvia de estrellas mi dolor.

21

Para en mis soñaciones tal amplitud lograr,

que es vasta como el cielo, y es honda como el mar,-

aventaré mis ansias y me pondré a esperar,

dando a toda alma virgen una alucinación,

a toda frente joven una meditación,

y a todo herido pecho ... mi propio corazón !

22

En la senda

RA en las soledades del camino, y era en un claro fondo de mañana: yo, con mis sueños, al ensueño iba; tú, con tu gracia virginal, pasabas.

Luminosa al pasar, como a una estrella una bruma de oro te amparaba; no si el resplandor de tu cabello o el oro espiritual de mi esperanza.

Pasabas lenta, y se inició a mis ojos de tu jubón en la batista blanca, como en la magia de un milagro, una resurrección de inmarcesibles alas.

Pasabas lenta, y de tus labios era el vago rictus de celeste gracia

23

la ligadura persuasiva y honda que mi doliente vida encadenaba.

Pasabas lenta, como pasan esas meditaciones que no tienen causa, dejando un rastro luminoso y tenue y una obsesión de indefinibles ansias.

De tu pupila en el esmalte, el claro rayo de sol se espiritualizaba, cual si llevases en su fondo el sueño de una visión crepuscular lejana.

Y frágil toda, y toda poderosa como el amor y el llanto, semejabas de mi camino en la derrota, el dulce rayo de luna de las noches trágicas.

Maravillosa en la expresión del gesto, amplios los hombros y la testa baja, con la actitud heroica de una virgen profundamente pasional y humana ;

pasaste lenta y para siempre, y fuiste la sola aparición que iluminara la senda, que azarosa al alejarte dejó tu fuga triste y desolada.

Peregrinando en busca del ensueño te vi pasar y proseguí mi marcha,

2-1

EESURRECCIÓN

llevando opreso tu fugaz encanto como un temblor de fugitivas alas.

En mi perenne divagar estéril triste recorro fúlgidas comarcas, sin que jamás se muestre ante mi vista de la quimera la celeste llama;

que el luminoso ensueño sólo brilla como una estrella en lo interior del alma, o quedó en las revueltas del camino en aquel claro fondo de mañana.

26

Vuelos

A L. Vázquez de Cuberos.

OLÓ una abeja de oro, y en una azucena blanca y virgen, fijó una estrella con el temblor de sus alas;

libó la miel, y en la muda consagración de su gracia el riego vital del polen dejó en la corola candida.

Voló la nota perdida de una canción que pasaba haciendo vibrar las cuerdas estremecidas de un arpa;

y al evocar la amargura de una tristeza lejana

27

engendró una melodía en una cabeza pálida.

Voló una estrella filante en la penumbra del alba, deslumbrando la fijeza de una impaciente mirada;

y al reflejarse la lumbre en una bruñida lanza, mostró al ensueño de un héroe la ruta que ambicionara.

Voló el dolor de un recuerdo y una frente sonrosada se tornó mustia un instante reviviendo una desgracia;

pasó cual la dicha, raudo, pero dejó en las pestañas como un diáfano diamante el consuelo de una lágrima.

Voló una nube siniestra sobre la parda montaña, con su bandera de sombras presagiando la borrasca;

y al herirla un claro rayo de sol, diseñó la pauta

28

BESXJREECCIÓN

que un pintor en su paleta inútilmente buscaba.

Esta mañana un ensueño psicologizó en mi alma diafanizando la sombra de tanta noche pasada;

voló después, pero he visto que en mi vida ensimismada se ha abierto fragante y pura una rosa de esperanza.

29

Samaritana

A Tina di Lorenzo.

Oamaritana, sensual y dulce Samaritana, perla del cielo claro y lejano de Palestina, que de tu impura carne dorada de cortesana ánfora hiciste, maravillosa, de unción divina.

Desde la gesta, Samaritana, tus claros ojos hacia nosotros los descarriados torna clemente, y con las rosas que perfumaron tus labios rojos cubre los celos que te persiguen junto a la fuente.

Samaritana, doma las ansias que tu amorosa visión antigua de amor y encanto, tenaz reclama, y impoluta, compasiva, milagrosa para que extingas en el recuerdo la impura llama.

31

Salvando, el alma que te aprisiona, la lejanía de las edades predestinadas para encontrarte, con una suerte de persistente melancolía y encantamiento, te transfigura sin olvidarte.

Todo el pasado bíblico y rudo tu nombre evoca con un arcaico deslumbramiento, como si aun diera un soplo ardiente de amor salvaje tu roja boca y un vago aroma de cinamomo tu cabellera;

como si aun fueran, vasos de mirra, tus finas manos

reveladoras de tus misterios y tus pasiones,

y de su gesto los vigorosos samaritanos

vieran pendientes, sobre un abismo, sus corazones.

Ante el asombro de las pupilas, la luz interna, del evangelio la inconsistente penumbra aclara, cual si en la oscura linfa dormida de una cisterna todo el paisaje, reconcentrado, se reflejara.

Si un lirio prenden en la maraña de tus cabellos, se oyen, distintos, los cascabeles de tu alborozo, turbando el grave sopor de siesta de los camellos abandonados por tus mancebos cerca del pozo.

Inmarcesibles florecimientos de primaveras tus pies desnudos hacen que broten los arenales, donde cimbrean los abanicos de las palmeras y se desangran las rojas flores de los nopales.

32

BESVBBXCCIÓN

Cuando desciendes lánguidamente por los ribazos hilando sartas de anunciaciones y profecías, sobre el poniente, con la redoma, fingen tus brazos como dos signos interrogando por el Mesías.

Y si medrosa tu cuerpo ocultas entre las breñas, a los reclamos de los judíos brusca y rehacía, copian los ojos despavoridos de las cigüeñas desperezarse felinamente tu esquiva gracia.

Tus huellas siguen, como de un filtro de amor cautivos los torvos celos, cuando el ensueño tu encanto inicia, a profanarte bajo las ramas de los olivos con la demanda torturadora de una caricia.

Y presa el alma de los destellos de tu leyenda, bajo los oros del sol indaga rutas distantes, para gozarte, toda desnuda, bajo la tienda donde tus besos enloquecieron a tus amantes.

Samaritana, Samaritana, tus claros ojos vuelve a nosotros los descarriados, y compasiva, la miel y el fuego que destilaron tus labios rojos transforma en casta vena perenne de tu agua viva.

Del agua viva, que, junto al pozo, cuando sedienta la suplicabas, te dio el consuelo del Nazareno, la qué apacigua con su dulzura toda tormenta y neutraliza con su pureza todo veneno.

33

Los corazones que la lujuria fatal calcina y asorda un soplo como de océanos y tempestades, tu gracia imploran, perla del cielo de Palestina que las pasiones trocaste en alba de castidades.

Llama de pira, nube de incienso, bíblica estrella, en el desierto la que amorosa mi paso guíe, y fija lumbre será, que aclare la incierta huella, tu dulce labio de apasionada que me sonríe.

Samaritana, preso en tu dulce dominio, cuando te evoco, vienes como en fragante lluvia de rosas, mientras el ala de la quimera pasa rozando sobre la tierra santificada donde reposas.

84

Psiquis

Para Agustin Acostó.

P.

siQUis, vidente, aclara con visión de milagro, en las frentes de pálido carrara donde mi ruego pasional consagro,

la génesis de una

floración de exaltados pensamientos

que en el alma importuna

la languidez de los arrobamientos;

génesis de infinita transformación de gérmenes vitales, que de la frágil carne solicita los desfallecimientos virginales,

7 de los corazones

apresura el latido,

con las insinuaciones

de un amoroso ensueño indefinido.

35

Pasional y amorosa,

en la gracia del gesto transparenta

la plástica engañosa

de la curva armoniosa

que abroquela la erótica tormenta.

Y aclara en el brillante esmalte de los ojos, el encanto de la sensual mirada suplicante que diafaniza la ilusión del llanto.

Fulgor de llama interna, irradiación de amor inextinguida, que domina la eterna aspiración fecunda de la vida,

espiritualizando

con celeste crepúsculo de aurora el victorioso sacrificio, cuando entrégase la. carne tentadora.

De las vírgenes fuertes

que transitan la senda,

de las lujurias al clamor inertes

bajo el oro de un cielo de leyenda,

como blanca teoría

de ultraterrestres vírgenes errantes,

que velan al fulgor de los diamantes

con una niebla de melancolía

los estériles senos palpitantes ;

36

BESUBBECOIÓN

transparenta desnuda el alma en un engaño de pureza, que el vacilante corazón escuda de la desolación de la tristeza.

Indómitas esquivas

al grito de la sangre horrorizadas,

del terrenal dominio fugitivas

en sus heroicos sueños enclaustradas,

que a las anunciaciones del instinto sexual jamás extinto, oponen dolorosas abstracciones sordas a las viriles tentaciones de las solicitudes del instinto.

Y de las sonrientes

vírgenes a la dicha encadenadas,

que alzan al sol las sonrosadas frentes

por el dorado beso fecundadas,

aclara los anhelos, las ansias dulcemente turbadoras, y la visión que de encendidos cielos desciende hasta sus almas soñadoras ;

dulces almas propicias

la vena a restañar de la amargura,

sedientas de caricias

y pródigas de amor y de locura.

37

De celeste locura, de celeste locura y sabia turbación mentales, que dan la pauta de la aurora en este batallar de miserias terrenales.

Almas llenas de unciones femeninas, y audacias reveladas tímidamente en las irradiaciones del azul matinal de sus miradas,

en la hora de las ansias sin motivo y las tristezas que no tienen causa, que marca el decisivo perenne rumbo tras incierta pausa.

En el gesto ritual que enflora el labio como anhelo impreciso todavía, aclara el dulce y sabio vigor eterno de la epifanía.

Aclara de la piedra en las aristas

la curva de la estatua vencedora,

y en las crepusculares amatistas

la explosión deslumbrante de la aurora.

La armonía en la voz de la floresta

que el gran soplo estival puebla de espasmos,

y en la lejana urdimbre de la gesta

la cimera de heroicos entusiasmos.

38

BZSUBBXCCIÓK

Y en el misterio aclara, milagrosa, de toda gestación, surco o regazo, en la simiente efímera, la rosa, y la vida inmortal en el abrazo. . . !

39

Mirto

jLbes más hondo que el dolor, más fuerte que el destino, y más triste que la vida, a tu eterno dominio sometida más allá del olvido y de la muerte.

Una visión fugaz logra encenderte como flama de fuerza contenida, y arraigado en el alma poseída sólo tu propio mal puede vencerte.

De tu prodigio la celeste llama cuando el rendido corazón inflama la terrenal miseria transfigura;

y Jordán milagroso del pecado, sobre todo lo incierto y desolado tu encanto melancólico perdura.

41

La inquietud de la dicha temerosa y el goce espiritual del sufrimiento, forman tu seducción en el tormento que ampara la tristeza voluptuosa.

Eternamente tu ansiedad acosa la vida con sensual encantamiento, y del dolor el torvo desaliento transformas en promesa milagrosa.

En el sutil hechizo de tu encanto

hay placer y amargura y risa y llanto,

y afán de asirte y miedo de perderte ;

y a tu poder el alma sometida

llora inquieta en las ansias de la vida

y vence los terrores de la muerte.

Hermano del dolor, la triste vida con él compartes por diversa suerte, y hasta el dulce regazo de la muerte llega tu esencia a la memoria unida.

La visión de la tierra prometida muestras al torvo corazón que advierte, como el milagro de tu voz convierte en esperanza la quietud perdida.

Si es don celeste del dolor el llanto,

tu luminosa gracia es el encanto

de la inquietud perenne de tus huellas;

42

BÜSUBBECCIÓir

y si el dolor tu aparición indaga,

tu hechizo melancólico lo embriaga

y lo deslumhra un resplandor de estrellas.

Melancólico ensueño torturado por las solicitudes del instinto, como aliento vital jamás extinto a la prisión terrena encadenado.

Origen y refugio del pecado, del pecado redimes, indistinto, a todo corazón que en tu recinto se inflama por tus ansias exaltado.

Concentración de angustia y de esperanza, sólo el milagro de tu imperio alcanza purificar el alma envilecida;

y si tu imperio no existiese, fuera la obsesión deslumbrante de la vida llenar la inmensidad con tu quimera.

43

Epístola

A Edvardo Sánchez de Fuentes.

%^^0M0 la onda, como el viento, como la nube ... el engaño de la vida es impreciso y dulce y frivolo, Eduardo; que el filtro de la belleza y el brebaje del encanto, son de la alquimia del alma y en ella están concentrados. que tienes la armonía y en la pauta divagando, de una concreción de ensueños haces un raudal de cantos, que nacen como entre risas y mueren como llorando ; busca en ti mismo, escudriña tu mundo interior, y bajo

4o

los cambiantes exteriores que están en él reflejados como en la linfa serena de un claro y profundo lago, verás la vena perenne de todo prodigio humano, que riega consoladora el triste huerto agostado de los tristes corazones donde hizo el dolor estragos.

He visto el seno desnudo de unos frescos quince años, como sobre nieve, leve disolución de topacios ; mármol y rosa tan frágil que daba, incitante y candido, sed de pureza al deseo si sed de besos al labio. He visto bajo las alas de un sombrero de verano anudado dulcemente por unas bridas de raso, la tarde de unas pupilas y la aurora de unos labios entre una profusa crencha de resplandores dorados. He visto sobre una frente de niño, un rizo castaño que de leyendas contaba y de episodios románticos,

46

BESUBBECCIÓN

como en las viejas viñetas de los libros olvidados que conservan el perfume evocador del pasado. He visto unos ojos, unos ojos de un matiz tan claro, que eran como claras uvas verdes de precoces pámpanos o como dormidas aguas que en escondidos remansos estilizan las estrellas de las noches de verano. He visto una estrella errante como si fuera un venablo atravesar todo el cielo rayando de oro el espacio. He visto una rosa blanca que arrancó una blanca mano morir en un vaso, y darle color y pureza al vaso. He visto de unas pestañas quedar suspendido el llanto, como si fueran las lágrimas niebla de unos ojos garzos brillando con una lumbre melancólica de ocaso. He visto un arco de luna del poniente sobre un rayo, y era como si lanzara flechas de luz aquel arco. He visto sobre una lira

47

una daga de Damasco que allí quedara olvidada nadie sabe cuántos años, y que al rozar en las cuerdas con un rozamiento vago en la lira armonizaba como un presentido canto. He visto de unos tapices en el vetusto bordado, por cuyos lienzos diluye la luz un haz de desmayos, un alegre y dulce juego de faunos, ninfas y sátiros bajo la arcada sonora de un viejo bosque de lauros. He visto en una vidriera antigua, quebrarse un rayo de la tarde, entre los rizos de una madona, y un halo forjarle de pedrerías como un celeste milagro que cristalizara el ruego que se eleva de los salmos. He visto en unas opresas manos, el gesto de espanto de las vírgenes esquivas al persuasivo reclamo del instinto, y en el gesto he visto fúlgidos lampos de turquesas y rubíes y diamantes y alabastros ;

48

BBSUBBECCIÓN

y he visto en unas ferradas

manos, el gesto esforzado

de los que afianzan la clava

de la cumbre en lo más alto,

y en el gesto vi, del héroe

alzarse altivo el penacho

sobre el resplandor de un alba

como en los antiguos cuadros.

En una extensión marina

he visto el disco de un astro

seguir una blanca estela

trémulo y enamorado,

y para abarcarla toda

con sus luminosos brazos,

quebrarse y seguir la ruta

como en soles fragmentarios.

He visto en una lejana

playa de un sitio lejano,

la batista de un pañuelo

por un amor tremolando

y en el vuelo tembloroso

encerrar todo un pasado,

revivir toda una vida

y llorar todo un presagio.

He visto un alma, tenía

como un gran diamante diáfano,

en cada arista un reflejo

y en cada faceta un cambio.

He visto en las iniciales

de un misal un rostro pálido

tan puro, que parecía

49

irse espiritualizando.

He visto una alondra presa

en las garras de un milano

saludar al alba con

un trino regocijado.

En una estatua latina

he visto un rubor humano;

he visto una cabellera

fingir la altivez de un casco;

he visto en una esmeralda

un busto heleno tallado;

y he visto un mar en un ópalo,

y un abismo en un topacio,

y un temblor de corazones

en un amoroso espasmo.

Y he visto más, porque he visto dulcemente torturados,

mi corazón por un ansia y por un beso mis labios y todo mi ser por la ligadura de unos brazos, como los suyos, amantes, y por ser suyos, amados.

Y nada he visto en la vida banal y frivola, Eduardo, que resuma la belleza impecable que he soñado, como la visión tranquila

de mi mundo interior, cuando en los fugaces momentos de fecundos entusiasmos,

50

BESUBRECCIÓK ,

por la piedad y el amor siéntome transfigurado ; cuando estoy conmigo mismo y con el bien dialogando, y miro hacia dentro inquieto por un temor de fracaso y encuentro el fondo del alma todo blanco. . . todo blanco.

61

Oda breve

Para el poeta Manuel 8. Pichardo,

r'Kl.usA, depon la trágica

demostración del gesto qne enflora un rictus desdeñoso de todo tema terrenal;

el gesto melancólico

del perdurable duelo, qne prende un lampo en tu pupila, como un blandón espirituaL

De la colina aléjate

donde la rota vena ■o ees» nunca de tu llanto, por la memoria de tu amor;

aléjate del túmulo

que la ceniza encierra de tanto ensueño fenecido, de tanto germen de dolor.

Alza la frente olímpica,

la frente vencedora que tanto tiempo ha doblegado la roja adelfa del pesar,

y la corona cíñete

de inmarcesibles rosas, propicia al gesto de una musa que ante la lira va a oficiar.

53

Ante una lira mágica

de mágicos acordes, que la belleza y el ensueño dominadora encadenó,

y con poder insólito

grabó en los corazones eomo una dulce primavera que eternamente germinó.

La primavera pródiga

de la floresta humana, llena de sueño y de locura y de esperanza y de visión;

a quien sorprende rítmica

con la armoniosa gama eomo de voces infinitas de un prodigioso diapasón.

Tiene para las vírgenes,

una melancolía intensa y honda y reflexiva, y dulce y candida a la vez,

que la pasión erótica

leve espiritualiza como una gasa que atenuara las calideces de la tez.

Para los héroes máximos,

tiene un vibrar sonoro de multiformes inflexiones en un gran soplo de clarín,

vibrar de ritmos épicos,

como cantar glorioso que flota altivo en la cimera de legendario paladín,

Y así para los mártires,

tiene un gemir doliente que es miserere compasivo y es hondo salmo funeral,

como un acento bíblico

que en un clamor celeste Iiace Boñar en las figuras ultraterrestres de un misal.

Tal el fastuoso lírico que hoy la oratoria exalta con bellas cláusulas y acentos de resonante caracol,

64

BESURRECCIÓK

y que liras unánimes estremecidas cantan como los rayos que convergen en las auroras hacia el sol.

De las edades clásicas

parecen reanimarse las dulces lides de la gracia, el sacro amor a lo inmortal,

cual si los juegos ístmicos

en nuestros propios lares a un nuevo triunfo de la gloria hubieran puesto la inicial.

Musa, depon la trágica

revelación del gesto de tu dolor, ante el influjo de la lustral exaltación,

y la corona cíñete

de rosas, ante el pueblo que hace latir los corazones como en un solo corazón.

Enamorada acércate,

y a la soberbia musa que aclama un coro de laúdes y de entusiasmos un tropel,

ofrece un lauro, trémula,

para que se confunda con los que huellan sus sandalias bajo un gran bosque de laurel.

56

Después de *'Oro'

A mis amigos.

fRACiAS, amigos, gracias en nombre de mi verso y gracias, mis amigos, en nombre de mi vida, que si acendrar pretende mi verso un universo de amor, ya el alma es plena de amores florecida.

Ante vuestro homenaje rendidos mis cantares de su amoroso ruego diéronme la encomienda, en alas de esos vagos poemas crepusculares que dicen de la tarde la pálida leyenda.

Los lauros y los versos, y las constelaciones,

y del lejano Sevres las frágiles visiones

os hablan, por mis labios, de su consagración;

que a Cuba y a vosotros las páginas consagro, donde entre aspiraciones de ensueño y de milagro os da toda su sangre la flor del corazón.

Gracias por este instante de tregua compasiva que a mi dolor ofrece vuestra piedad intensa, paréntesis de noble ternura persuasiva que todas mis tristezas y afanes recompensa.

67

¡De cuántas amarguras, de cuántas añoranzas aligeráis mi espíritu con vuestras efusiones, que el desaliento alejan de las desesperanzas con la ilusión piadosa de las resurrecciones!

Con paso vacilante, con ánima insegura atravesaba solo mi calle de amargura, soñando hallar un breve término a mi Pasión ;

y en medio de la senda, vuestra bondad florece, y misericordiosa con mi flaqueza, ofrece como un dulce regazo para mi corazón.

Y gracias, mis amigos, en nombre del que duerme su sueño sin ensueños, y al fin sin pesadillas! y abandonó la vida sin que pudiera verme doblar, junto a su angustia, piadoso, las rodillas.

En nombre del ausente que de mi amor reclama raudal inagotable la vena de mi lloro, y que a través del tiempo y del dolor, derrama raudal inmarcesible, la vena de su oro.

En nombre de su espada y en nombre de su lira, y en nombre de sus sueños que la belleza inspira, gracias os da mi labio, gracias mi corazón;

y siento como un vuelo de estrellas en la mente, y siento las unciones y el alma del ausente, como si descendiera, lustral, su bendición.

68

Cuento

JH^RA un garzón valeroso,

tan gentil, que con su acero, pendientes del tahalí,

llevaba más corazones

que rindió, que plumas en la arrogancia

de su airón.

Era un doncel de leyenda

y eran tres princesas enamoradas

del doncel.

De una era la cabellera

como el sol ; otra llevaba una noche

de dolor,

69

y la tercera, en su frente

de misal llevaba un pálido rayo

vesperal.

La mañana en la pupila

de zafir una encerraba, otra un negro

cielo y

la más pequeña una suerte

de visión que era como un fugitivo

resplandor.

El alma de la primera

era un ruiseñor ebrio de trinos

y de azul.

De la segunda era un fiero

raudo azor con la garra enrojecida

de pasión;

y una alondra de celeste

candidez el alma de la más niña

de las tres.

60

EESUERECCIÓN

Por todas pasó un ensueño

turbador y a todas invadió el dulce

mal de amor.

Una encadenó al mancebo

con la red de oro de su cabellera;

la otra fué,

cazadora que cazara

suspicaz con un rayo de sus ojos

al galán,

y la última dulcemente

lo rindió con la claridad de estrella

de su amor.

Y de las tres el encanto

virginal tembló con fragilidades

de cristal,

cuando el arrojo certero

del garzón un venablo clavó en cada

corazón :

61

jabalina luminosa

que al herir dejaba como un destello

de rubí.

De la alarma y de la entrega

fué el sabor jugo de vid que sus almas

embriagó,

sabia locura y de goces

honda sed en sus venas inflamando

la embriaguez.

Sed de pasión insaciable

tan tenaz, que no abandonó sus cuitas

ya jamás.

Y como en todos los cuentos,

sucedió que el garzón de la leyenda

se alejó

al desflorar el encanto

virginal de las princesas; un dulce

talismán

62

EESURRECCIÓN

llevando con una suerte

de visión que emanaba en un lejano

resplandor.

Y también como en los cuentos

fueron las princesas languideciendo

de pesar.

La que robara sus oros

a la mies, murió a la sombra piadosa

de un laurel.

La que era como la noche,

su inquietud hundió en la linfa de pérfida

onda azul.

De la última nadie supo

nunca el fin, pero dio en la flor la crónica

de decir,

que al morir con vida eterna

revivió del galán en el eterno

corazón,

63

y que cada vez que el llanto

brilla en la pestaña de algún mancebo,

su brillar

donde se asoma una estrella

blanca, es como un alma de celeste

candidez

que perdura en una suerte

de visión donde irradia un apacible

resplandor.

Hoy que suspiras de amores

Isabel, que eres la más incauta

de las tres,

recuerda la vieja historia

del galán, siempre nueva y repetida

sin cesar.

Y cuando bese tu boca

tu garzón, procura engarzar la estrella

de tu amor

64

EBSURRECCIÓN

dulcemente, dulcemente,

como si te sintieras ya en su alma

revivir.

65

En un breviario de recuerdos

I o te conozco : al borde del sigiloso abismo de mis melancolías y mi romanticismo no se ha asomado nunca tu dulce infantilismo, ni en las profundas aguas de mis recogimientos que agita el soplo aleve de amargos desalientos se ha estilizado el oro de tus florecimientos; nunca mis ojos ávidos te han visto y me parece que tu risueño encanto de niño resplandece en algo de mis sueños, y que mis desengaños se alegran con la risa de tus inciertos años, y en el refugio triste de mis meditaciones oigo el ligero roce de las vacilaciones de tus primeros pasos y el vuelo de oraciones de los balbuceamientos que inician tu lenguaje, y hasta escuchar presumo, cuando en la sillería se enreda un leve vuelo de tu nevado encaje, como tu asustadiza sonora gritería remeda la cadencia de un cristalino oleaje.

67

Como por una suerte de fantasmagoría

llega al vagar perenne de mi melancolía

con la desnuda y casta diafanidad de un astro

tu frágil figurita de rosa y de alabastro,

y la movible y rauda visión de tus hechizos

deja en mis amarguras un sonrosado rastro.

Tu boca en flor, la urdimbre notante de tus rizos,

las interrogaciones de tu infantil mirada,

que sigue, en una nube, la aparición de un hada ;

los caprichosos gestos con que la miniatura

de tu ágil personita desata la clausura

que forma en tomo tuyo la leve ligadura

de un desfallecimiento de blanca muselina,

toda tu gracia alada presume y adivina

el alma, que a la fuente lustral de tu inocencia

sedienta de tu encanto desnuda se avecina,

y aclara y diafaniza la espiritual herencia

que emana de tu gracia con suave persistencia

y de tu vida el mirto y el lauro vaticina. . .

Mañana, cuando crezcas, sabrás que me he asomado a un corazón, y he visto su fondo inmaculado y en él tu sonriente misterio reflejado.

68

Tu misión

Para mi hija Bertha.

1 LOR de mi vida, yo no si al entregarte el corazón cuando naciste, lo sahumé con tu celeste aparición;

mas desde entonces al pensar en el incierto porvenir, junto a mis ansias de llorar me asaltan ansias de vivir;

y de salvar y retener mi vacilante juventud; en ti de nuevo florecer, y por ti ser todo inquietud.

69

UHBBACH

Y ese milagro sólo a ti debe, feliz, el corazón; Flor de mi vida, te lo di para ampararte, y luego vi que era ampararlo tu misión.

70

Transfusión

A la amada memoria de Barrero.

ir ADRE, padre y maestro que la vital fragancia fecunda y luminosa de tu sabiduría diste, con tus afanes, a la sedienta infancia, fructificando el sueño de tu melancolía.

Padre, llorado padre, que tu hondo sufrimiento mental diafanizaste con pródigos amores, y en tantos corazones, presas del desaliento, regaste el bien que riegan los grandes sembradores.

71

Dirige aun a nosotros tus pláticas lústrales, y aun en tus amorosas sentencias paternales a nuestras almas llegue la luz de tu enseñanza,

que aclare, por tu muerte la ruta ensombrecida, brillando en las conciencias avaras de tu vida, como un perenne rayo de aliento y de esperanza.

72

Blasón crepuscular

Jl^n el sereno pasmo del oro del ocaso las ánforas celestes vuelcan su pedrería, que al armonioso golpe del ala de Pegaso transfórmanse en castillos de fantasmagoría.

Del señorial recinto las viejas alamedas de nuevo invade el alma de faustos seculares, y en la sonora gama: risas, tumulto, sedas. . . diluyen vanamente su gama los pinares.

A cada fugitiva revuelta de un sendero evoca la memoria la sombra del postrero señor de aquel dominio, y en vez de la silente

visión, puebla el esmalte rosado del camino el persuasivo encanto de un grupo femenino sobre el deslumbramiento del oro del poniente.

73

II

Las flámulas, tendidas en el muriente ocaso, de símbolos y lauros dialogan con el viento, y el armonioso golpe del ala de Pegaso finge un blasón celeste sobre el pavés sangriento.

En el dorado ambiente las músicas deslíen sus perlas cristalinas, y en las arcaicas sendas pupilas que se asombran y labios que sonríen dan la amorosa pauta de alarmas y contiendas.

La noche, lentamente, torsos y aristas funde

con vaguedad movible que la visión confunde

de un mármol, de una fronda, de un rizo, de un encaje ,

y fragmentando, súbita, castillos y blasones, todo el deslumbramiento de sus constelaciones las ánforas nocturnas vuelcan en el ramaje.

74

Campanas de Noel

^•AMPANAS de Pascua, trémulas campanas,. sonoros orientes de las caravanas que volcáis las perlas de amorosas dianas en las claras albas de oro de Noel ; campanas de ensueño, cifras de armonía, propicios augures de la Epifanía, voces de esperanza de la lejanía que aclara el celeste fúlgido roel;

vuestras leves almas, en el ala errante de todos los vientos, quiebran la distante y amplia transparencia frágil de levante con un argentino y alado clamor, dulce y cristalino vuelo de oraciones, que el doliente ensueño de los corazones calma, y apacigua las tribulaciones con una promesa de vidente amor.

75

Ligeras, volubles, fugaces, aladas, como golondrinas de azul embriagadas, el pálido encanto de las alboradas turban con inquieta vibración fugaz, y en la inconsistencia del lilial ambiente la ilusión ofrecen, compasivamente, de una milagrosa redención clemente del dolor y un vago presagio de paz.

Fugaces, aladas, volubles, ligeras, vuestras leves almas son las mensajeras que a las estelares diáfanas praderas llevan las perennes ansias de vivir, confiadas al breve, musical acento fundido en el alba del advenimiento del amor que ampara todo sufrimiento y espiritualiza todo hondo gemir.

Trémolo de notas límpidas, que lenta y amorosamente la esperanza alienta, y en la triste vida de ilusión sedienta deshoja una dulce rosa de ilusión; cadencioso canto que ágil se desprende de los campanarios y a la aurora asciende, mientras la clemencia de una escala tiende desde las estrellas hasta el corazón ;

candido, sereno, melodioso canto que piadoso logras restañar el llanto con la suave gracia y el sutil encanto de tu compasiva voz angelical,

76

RESURRECCIÓN

lleva al escondido, mísero recinto donde mi recuerdo guarda un inextinto dolor, el consuelo de un eco distinto de tu alborozado vuelo matinal.

Resonad, campanas, campanas sonoras, campanas vibrantes, raudas tañedoras de las luminosas matinales ho^'as que aclara el celeste fúlgido roel, y el glorioso arribo de las caravanas evocad, campanas, trémulas campanas que volcáis las perlas de amorosas dianas en las claras albas de oro de Noel.

77

Días de gloria

Para mi sabio amigo él eminente Carlos de la Torre.

'ARLOS, desde el propíleo de tu sabiduría, tu persuasión difunden las perlas de tu acento, y a la avidez de abismo de mi melancolía trascienden tu enseñanza como un deslumbramiento.

Del milagroso encanto de tu obsesión, avara, va persiguiendo el alma tus luminosas huellas, suspensa de tu fuerza de indagación, que aclara su sombra con un amplio relampaguear de estrellas.

Pendiente del portento de tus enunciaciones deslúmbrala el acierto de las orientaciones que de tu ciencia fijan las múltiples conquistas;

y a tu misión ligada por misterioso engarce, de tu mental prodigio sobre ella el arca esparce diamantes y zafiros, carbunclos y amatistas.

79

II

M. AL como un taumaturgo Don Juan, enamorado de la maravillosa leyenda de los mares,